Me he imaginado muchas veces el momento en el que entro a su casa, y le lanzo el jarrón de flores que me dio para disculparse por su “error”.
Lo lanzo,
por todas las veces que cruzó la línea del no.
Lo lanzo,
porque mi silencio también significaba que no.
Lo lanzo,
porque no tenía derecho a ponerme un dedo encima.
Porque todavía cargo con la vergüenza, y el asco. La culpa, y también el miedo.
Y él- ellos, ni siquiera lo recuerdan. No recuerdan sus acciones, no recuerdan nuestras caras. No saben sobre las pesadillas, sobre el miedo a confiar otra vez; no saben sobre las veces que lloramos en el baño, sobre toda esa ropa que decidimos tirar a la basura, porque nos hicieron creer que fue por ella que lo habían hecho.
Ya no digo con alivio por las noches,
gracias, Dios, porque no fui yo.
Y me cuesta teclear cada palabra,
pero entiendo que ahora formo parte de aquellas niñas que lloran,
mientras le confiesan a su mamá,
que un extraño las tocó.
SI ERES VÍCTIMA DE VIOLENCIA DE GÉNERO, LLAMA A LA LÍNEA SIN VIOLENCIA, LA CUÁL PROPORCIONA ATENCIÓN A MUJERES EN SITUACIÓN DE VIOLENCIA; Y PIDE AYUDA.
TEL: 800 10 84 053
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