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Ojo x Ojo


Parte 1 

Mandy nunca fue la clase de persona que le temía a lo desconocido. En realidad, siempre disfrutaba sentarse en los cojines que ella misma había colocado a lado de su ventana, taza de té negro caliente en mano, música 80era a todo volumen y el sol entrando a través de su ventana; únicamente para admirar aquello de lo que tanta gente prefería mantenerse al margen- lo desconocido. Tal vez porque al hacerlo, era como desconectarse de su propia vida y conectarse con la de unos simples extraños que van caminando por la calle; tal vez porque el no saber nada sobre la vida de estas personas era cautivador, o simplemente porque observar, daba paso a imaginar- e imaginar, siempre fue gratis. 

-¡Mandy, carajo!- Alex, un nerd flaco e introvertido con el único propósito en la vida de asistir a la competencia mundial de gamers -y el hermano mayor de Mandy- apareció gritando frente a ella, haciéndola volver a la realidad. 

-Mira hermanita,- Alex tomó asiento a lado de ella, lo que la hizo removerse incómoda. Odiaba compartir su lugar especial. -Yo sé que te gusta pasar todo el día frente a la ventana espiando a Daniel, el vecino, pero permíteme decirte que eso no es sano.

Mandy soltó una carcajada. -A ver Alex, primero que nada, no me digas hermanita. Ambos sabemos que, aunque me llevas 5 años, la adulta aquí soy yo. No por nada soy yo la que trabaja para mantenernos a los dos mientras que tú te la pasas jugando al gamer. 

-Jugar al gamer es lo que nos hará millonarios, pero tu poca fe en mi solo me hace querer darte un total de 0 centavos cuando eso pase. 

-Segundo- Continuó Mandy, ignorando por completo su comentario. -Yo no espío a nadie, solo observo, pero eso no es de tu incumbencia.- Alex puso los ojos en blanco -Y tercero; ¿qué quieres? 

-Solo vine a dejarte saber que ya llegaron las cenizas de mamá. Me dijeron que iban a tardar al menos una semana en llegar, me alegro de que haya sido menos. No es que te interese, claro… 

-¿Por qué dices eso?- Preguntó Mandy, herida. 

-Vamos Mandy, no finjas. No conmigo.- Alex se levantó de nuevo. -Ambos sabemos que si mamá está muerta, es por tu culpa. 

-No puedo creer que pongas el peso de la muerte de mamá sobre mis hombros, Alejandro. Además fuiste tú el que no me dejó verla después de que murió.- Mandy desvió la mirada hacia la ventana. -Mamá estaba enferma. Estaba loca. Desde que la abuela enfermó, supimos que las posibilidades de que mamá enfermara eran… muchas.- Mandy volteó a ver a su hermano. -Yo podría estarlo. Incluso tú.

-Si te hubieras quedado en casa a vigilarla como te pedí que hicieras ese día, mamá no estaría ahora en un mísero bote de metal. 

-Al carajo. No pienso escucharte más. Salte de mi cuarto.- Mandy le echó una mirada de odio y dicho esto, Alex dio media vuelta y salió de su cuarto, azotando la puerta. 

Mandy soltó el aire que estuvo conteniendo durante los últimos segundos y se tapó la cara, sintiéndose pequeña y vulnerable. Después de permitirse desahogarse, se limpió la cara, se puso unas pantuflas y salió de su cuarto dirigiéndose a las escaleras. Al pasar por el cuarto de Alex, escuchó unos sollozos ahogados, lo que la hizo querer abrir la puerta y entrar a consolarlo, sin embargo, decidió darle su espacio para desahogarse. Todo era muy reciente aún. Necesitaba darle tiempo para procesar. 

Mandy siempre había cargado con la culpa de ser la favorita de su madre. Aunque se lo negara a Alex, ella siempre supo que era cierto. Cuando Alex nació, fue el hijo único y favorito durante 5 largos años, pero cuando ella nació las cosas cambiaron. Y no necesariamente para bien. 

Una vez llegó a la escalera, bajó lentamente saboreando cada esquina de la que alguna vez fue una casa para tres. Ahora estaba sola- bueno, técnicamente no estaba sola, pero mientras Alex la culpara por la muerte de su madre, estaría sola. 

Cuando Mandy llegó a la planta baja, se dirigió a la sala de estar. Quería echarse a ver películas viejas todo el día y olvidarse de todo. Sin embargo, poco antes de prender el televisor, vió a su madre- quiero decir, vió el bote que contenía las cenizas de su madre. Mandy se paró del sillón y se acercó a una pequeña mesa que se encontraba en medio de la sala de estar, justo en frente de la chimenea que calentaba todas sus navidades.

Algo extraño captó su atención.

El bote de metal que guardaba las cenizas de su madre, estaba abierto. Y no solo eso- sino que también la bolsa que las contenía estaba rota de la parte de arriba. Cuando Mandy tomó el bote para cerrar la bolsa y evitar que las cenizas se salieran, enfocó la vista en la chimenea, y lo que vió la hizo congelarse por completo. Había hollín esparcido por toda la chimenea con un grabado escrito.

Era… código morse. 

Mandy cerró el bote y lo dejó sobre la mesita. Luego se acercó lentamente a la chimenea y con la mano sacudió el hollín, borrando el grabado que estaba escrito en él. Se quieta unos segundos y después salió corriendo escaleras arriba. Las pantuflas hicieron que resbalara y cayera, pero se levantó en lo que fueron segundos y llegando a su cuarto, cerró la puerta, echó el seguro y se apoyó contra la puerta con la respiración entrecortada. 

Tal vez después de todo sí le temía a lo desconocido. 

Parte 2

Habían pasado dos días desde el extraño suceso que Mandy había presenciado en la sala de estar. Ella logró convencerse a sí misma de que todo había sido producto de su imaginación. No obstante, no se había acercado a las ventanas desde aquel día. Se decía a sí misma que estaba muy ocupada para hacerlo, pero nunca en toda su vida había estado lo suficientemente ocupada como para no acercarse a su ventana. Hacerlo ya era parte de su rutina diaria.

Esa mañana, Mandy estaba desayunando en la cocina. Alex había salido a comprar unas cosas a la tienda de la cuadra, por lo que estaba sola en casa. Una vez terminó su cereal, se levantó de la mesa y lavó su plato, limpió su lugar y se dirigió al comedor a trabajar un rato en su laptop. Tenía mucho trabajo acumulado, y ahora que su madre no estaba, tenía dos bocas que alimentar. Todo era muy estresante para Mandy en esos momentos.

Una corriente de aire frío le cruzó por la espalda, así que se levantó y dirigió a la sala de estar para cerrar la puerta que daba a su pequeño pero colorido jardín. Sin embargo, la puerta estaba cerrada. Eso le pareció extraño, ya que, además de esa puerta, la única ventana que había en la planta baja estaba en la cocina. Pero esa ventana no daba a el comedor, y menos a la sala de estar. Mandy se planteó regresar al comedor para seguir trabajando, pero al darse la vuelta para regresar, se paró en seco. 

El bote con las cenizas de su madre volvía a estar abierto.

Mandy respiró hondo y se dirigió a la mesa de la sala de estar para cerrar el bote una vez más. Cuando lo cerró, alzó la vista y el código morse que había visto dibujado con hollín en la chimenea dos días atrás, volvía a estar escrito. Esta vez, Mandy ató cabos- eso no era hollín. Era su madre. 

Respiró hondo armándose de valor, y en vez de borrar el mensaje y salir corriendo, prestó atención al grabado sobre el hollín. Ponía:

—  .—  —  / .–. —  .-.  / —  .—  —

-Quiero entender.- Susurró Mandy y acto seguido se apresuró de vuelta al comedor, donde se encontraba su computadora, pero se había quedado sin batería.

-¡Agh!

Mandy corrió escaleras arriba, dirigiéndose al cuarto de su hermano. Él tenía otra computadora que podía usar para buscar el significado de la frase. Entró como remolino por la puerta repitiendo el código una y otra vez para no olvidarlo.

-Raya raya raya.- Se dirigió al escritorio. -Punto raya raya raya.- Se sentó en la silla gamer de Alex. -Raya raya raya.- Prendió la computadora, pero parecía ser que el universo estaba en su contra, ya que pedía contraseña. Claro– pensó Mandy. Es un puto gamer, Mandy. Nunca dejaría su computadora sin contraseña. Se frotó la cara desesperada y se levantó de la silla dispuesta a ir por el cargador de su computadora, pero sus pantuflas la hicieron resbalar y caer de boca- otra vez.

-¡Carajo!- Gritó enojada. -Estúpidas pantuflas de mierda, hoy es su último día en esta casa.- Espetó Mandy, todavía de cara al suelo.

Justo cuando Mandy se iba a levantar, alcanzó a ver una caja de color rojo abajo la cama de Alex, y como siempre, la curiosidad mató al gato. Después de todo, Alex no estaba en casa. No tenía por qué enterarse. 

Mandy se arrastró hacia la cama de Alex y una vez ahí, estiró el brazo para alcanzar la caja que había abajo de ella. Una vez la tuvo en manos, se sentó recargada contra la cama, y sin más, la abrió.

-¿Qué…- Los ojos de Mandy se abrieron tanto, que parecía que se le iban a salir. Allí dentro, hojas y hojas de papel con abecedarios, frases y palabras Morse. Mandy tomó una hoja que contenía el abecedario y se paró de golpe, dirigiéndose al escritorio de Alex. Tomó una pluma y comenzó.

Raya raya raya. Punto raya raya raya. Raya raya raya.– Buscó en el abecedario y anotó. 

-Ojo.

Punto raya raya punto. Raya raya raya. Punto raya punto.– Miró el abecedario y volvió a anotar.

-Por.

 Raya raya raya. Punto raya raya raya. Raya raya raya.- Repitió el proceso y anotó.

-Ojo.- El corazón de Mandy latía a mil por hora. 

-Ojo por ojo.- Concluyó la frase leyendo en voz alta. 

¿Qué mierda hace esto escondido en el cuarto de Alex? Algo no andaba bien y Mandy lo sabía. Su cuerpo temblaba y su corazón amenazaba con salirse de su pecho.

Entonces- unos sollozos suaves provenientes del armario de Alex comenzaron a escucharse. 

Mandy alzó la vista asustada y su pulso aumentó tanto, que lo sentía por cada rincón de su cuerpo, retumbando como un tambor. Dio media vuelta en la silla, se levantó y tomó la lámpara que había en la mesita de noche de su hermano. Se dirigió lentamente al armario y tomó la manecilla. Tiró de ella muerta de miedo y-

-¡¿Mamá!?- Mandy gritó al ver a su madre metida en el armario, sentada en una silla, boca tapada, manos y piernas atadas. -¿Qué…?- Mandy se inclinó de inmediato para desatar los pies de su madre, tratando de procesar todo lo que estaba ocurriendo, todavía muerta de miedo. 

Alex jamás estuvo llorando- siempre fue mamá.

Pero- si esas no eran las cenizas de mamá… ¿De quién? Un escalofrío recorrió el cuerpo de Mandy.

Una vez liberó sus pies, pasó a liberar sus manos. Su madre no dejaba de moverse y tratar de gritar a través de la cinta.

-Mamá no hagas ruido y deja de moverte, tengo que desamarrar tus manos.- Mandy susurró, pero su madre lloraba como loca y seguía moviéndose bruscamente, por lo que Mandy, aún en cuclillas, alzó el brazo y destapó su boca escucharla. Su madre sollozó ahogándose en su respiración.

-¡Detrás de ti!

El corazón de Mandy tembló de miedo. Sabía exactamente qué estaba a punto de pasar. 

Volteó lentamente y ahí estaba- Alex sosteniendo un cuchillo de la cocina con una sonrisa en su rostro.

-Ojo por ojo- Alex se puso de cuclillas. -Diente por diente.


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